jueves, 8 de agosto de 2013

EL ARTE COMO UNA HERRAMIENTA DE TRANSFORMACIÓN SOCIAL.

UN VEHÍCULO DE TRANSMISIÓN DE VALORES IGUALITARIOS  


“La cultura es el fundamento necesario para un desarrollo auténtico”
(UNESCO, Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales Declaración de
México, México D.F. 1982 p.46)

                                                                                                                   
“Arte no es solamente una contemplación, es también un acto,
y todos los actos cambian el mundo, por lo menos un poco”

Tony Kusher




El arte, a pesar de haber sido empleado e instrumentalizado en infinitas ocasiones por los grupos de poder,  no es un transmisor obediente de información, sino que, al contrario, evidencia las relaciones de poder y desequilibrio que se imponen desde los sistemas vigentes.

El arte, a nivel estructural, permite un desarrollo democrático de las prácticas, donde es posible apartar las diferencias de género, cultura y nivel socioeconómico. Estamos ante una forma alternativa de formación y educación, de creación de comunidad, de recuperación de memoria y de desarrollo de formas creativas de resolución de conflictos. Pero, ante todo, estamos ante una potente arma de transmisión de valores.

Es necesario redimensionar el concepto de arte y entenderlo aquí en dos acepciones: en primer lugar como una herramienta de comunicación a mayor o menor escala y en segundo, como una propuesta educativa y formativa con unas características exclusivas y potentes tanto a nivel formal como no formal.

En este aspecto es importante partir con unos fuertes cimientos feministas y equitativos en género. En este punto preciso es en el que es esencial la presencia de la mujer o de la mirada feminista como eje de transmisión de valores.

A través de prácticas artísticas como el teatro, la danza, el vídeo, la pintura, el diseño gráfico o la música se pueden desarrollar metodologías no formales de intervención social comunitaria. Es decir, una intervención comunitaria y una efectiva incidencia en el desarrollo de identidad a través de la cultura y el arte.

En estos casos, aunque sí se pueda exigir la máxima calidad, lo verdaderamente importante reside en el proceso. Lo que no impide, insisto, que encontremos obras o productos finales de verdadera calidad.

¿Cuáles son las condiciones que hacen del arte una potente herramienta de transmisión de valores y, por tanto, de educación en género?

En primer lugar, se trata de un lenguaje universal. Más allá de las fronteras idiomáticas, en todas las culturas se han desarrollado siempre diversas manifestaciones artísticas. Porque la expresión y la comunicación ya hemos entendido que es una necesidad del ser humano. 

La práctica artística es un vehículo transmisor de experiencias donde pueden reconocerse fácilmente vivencias comunes. Donde el sujeto puede identificarse y desarrollarse superando una problemática común.  Posibilita relaciones equitativas en las que re-descubrirse y enriquecerse.

Favorece y estimula cambios individuales, los cuales son esenciales para un verdadero cambio social. La superación de los patrones machistas ha de llegar desde los sistemas de poder y desde los propios individuos que conforman la sociedad, tanto hombres como mujeres.



EL CUERPO COMO ESPACIO PARA LA COMBATIVIDAD

Ahora me gustaría acotar la teorización a un campo concreto. Un terreno específico y fundamental en el  que es evidente el sesgo de los arquetipos patriarcales: el cuerpo. Este terreno abarca, además, muy diversas disciplinas. Desde aquellas que lo representan, como las pictóricas o aquellas que lo emplean como instrumento principal, como el teatro o la danza.

El cuerpo ha sufrido la evidencia de la imposición del ideal patriarcal de la mujer y la realidad de la violencia y la represión existente y perpetuada por una sociedad sexista.


El cuerpo es, por tanto, un lugar desde el que resistir y combatir. Desde él ha de elaborarse un proceso de reconstrucción. Desde él hay que trabajar para alcanzar el paso de la definición del cuerpo de la mujer como víctima, a una interpretación de su capacidad como agente creador. Pasar de la pasividad y la aceptación de patrones a la creación y libre auto-definición. En necesario pensar nuevas formas de hablar desde le cuerpo que superen su concepción como objeto obediente. Como dice Mari Luz Esteban en su libro “Antropología del cuerpo. Género, itinerarios corporales, identidad y cuerpo”, el cuerpo se ha de erigir como una agente activo, sujeto de sus propias particularidades y trayectorias y, por tanto, promotor de cambios colectivos



Paula Pascual

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