UN VEHÍCULO DE TRANSMISIÓN DE VALORES IGUALITARIOS
“La cultura es el
fundamento necesario para un desarrollo auténtico”
(UNESCO, Conferencia
Mundial sobre las Políticas Culturales Declaración de
México, México D.F.
1982 p.46)
“Arte no es solamente
una contemplación, es también un acto,
y todos los actos
cambian el mundo, por lo menos un poco”
Tony Kusher
El arte, a pesar de haber sido
empleado e instrumentalizado en infinitas ocasiones por los grupos de
poder, no es un transmisor obediente de
información, sino que, al contrario, evidencia las relaciones de poder y
desequilibrio que se imponen desde los sistemas vigentes.
El arte, a nivel estructural,
permite un desarrollo democrático de las prácticas, donde es posible apartar
las diferencias de género, cultura y nivel socioeconómico. Estamos ante una
forma alternativa de formación y educación, de creación de comunidad, de
recuperación de memoria y de desarrollo de formas creativas de resolución de
conflictos. Pero, ante todo, estamos ante una potente arma de transmisión de
valores.
Es necesario redimensionar el
concepto de arte y entenderlo aquí en dos acepciones: en primer lugar como una
herramienta de comunicación a mayor o menor escala y en segundo, como una
propuesta educativa y formativa con unas características exclusivas y potentes
tanto a nivel formal como no formal.
En este aspecto es importante
partir con unos fuertes cimientos feministas y equitativos en género. En este
punto preciso es en el que es esencial la presencia de la mujer o de la mirada
feminista como eje de transmisión de valores.
A través de prácticas artísticas
como el teatro, la danza, el vídeo, la pintura, el diseño gráfico o la música
se pueden desarrollar metodologías no formales de intervención social
comunitaria. Es decir, una intervención comunitaria y una efectiva incidencia
en el desarrollo de identidad a través de la cultura y el arte.
En estos casos, aunque sí se
pueda exigir la máxima calidad, lo verdaderamente importante reside en el
proceso. Lo que no impide, insisto, que encontremos obras o productos finales
de verdadera calidad.
¿Cuáles son las condiciones que
hacen del arte una potente herramienta de transmisión de valores y, por tanto,
de educación en género?
En primer lugar, se trata de un
lenguaje universal. Más allá de las fronteras idiomáticas, en todas las
culturas se han desarrollado siempre diversas manifestaciones artísticas.
Porque la expresión y la comunicación ya hemos entendido que es una necesidad
del ser humano.
La práctica artística es un
vehículo transmisor de experiencias donde pueden reconocerse fácilmente
vivencias comunes. Donde el sujeto puede identificarse y desarrollarse
superando una problemática común.
Posibilita relaciones equitativas en las que re-descubrirse y
enriquecerse.
Favorece y estimula cambios individuales, los cuales son esenciales
para un verdadero cambio social. La superación de los patrones machistas ha
de llegar desde los sistemas de poder y desde los propios individuos que
conforman la sociedad, tanto hombres como mujeres.
EL CUERPO COMO
ESPACIO PARA LA COMBATIVIDAD
Ahora me gustaría acotar la
teorización a un campo concreto. Un terreno específico y fundamental en el que es evidente el sesgo de los arquetipos
patriarcales: el cuerpo. Este terreno abarca, además, muy diversas disciplinas.
Desde aquellas que lo representan, como las pictóricas o aquellas que lo
emplean como instrumento principal, como el teatro o la danza.
El cuerpo ha sufrido la evidencia
de la imposición del ideal patriarcal de la mujer y la realidad de la violencia
y la represión existente y perpetuada por una sociedad sexista.
El cuerpo es, por tanto, un lugar
desde el que resistir y combatir. Desde él ha de elaborarse un proceso de
reconstrucción. Desde él hay que trabajar para alcanzar el paso de la
definición del cuerpo de la mujer como víctima, a una interpretación de su
capacidad como agente creador. Pasar de la pasividad y la aceptación de
patrones a la creación y libre auto-definición. En necesario pensar nuevas
formas de hablar desde le cuerpo que superen su concepción como objeto
obediente. Como dice Mari Luz Esteban en su libro “Antropología del cuerpo.
Género, itinerarios corporales, identidad y cuerpo”, el cuerpo se ha de erigir
como una agente activo, sujeto de sus propias particularidades y trayectorias
y, por tanto, promotor de cambios colectivos
Paula Pascual
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